«Tanto nuestra predicación como nuestro modo de vivir deben ser una actividad justa».
Autor: Stephen F. Olford
«Tanto nuestra predicación como nuestro modo de vivir deben ser una actividad justa».
Autor: Stephen F. Olford
«Todo lo que decimos y hacemos debe estar caracterizado por la rectitud moral y la integridad ministerial, las cuales resultan de una correcta relación con Dios».
Autor: Stephen F. Olford
«Nuestra estatura en el púlpito depende de cómo somos cuando estamos de rodillas en nuestra oficina».
Autor: Stephen F. Olford
«Hay algo atractivo en ser rico, y los hombres del clero no son inmunes. De hecho, muchos de ellos predican un ‘evangelio de salud y riqueza’ por esta misma razón».
Autor: Stephen F. Olford
«La tentación de compararnos con otros es otra barricada en nuestro ministerio, y a menudo nos conduce a celos, contienda y división en la Iglesia de Cristo Jesús».
Autor: Stephen F. Olford
«Nuestra responsabilidad no es estar preocupados por el trabajo de nuestro hermano, sino más bien hallar, seguir, y concluir aquello para lo cual cada uno de nosotros ha sido llamado».
Autor: Stephen F. Olford
«¿Estamos viviendo en el Espíritu? Si es así, la evidencia clara será libertad, fruto y enfoque espirituales en nuestras vidas, hora tras hora y día tras día.»
Autor: Stephen F. Olford
«Es fácil seguir día tras día en la ‘carrera de la competencia’ religiosa sin la sonrisa del favor de Dios.»
Autor: Stephen F. Olford
«¡No podemos guiar a otros hacia la madurez espiritual si nosotros mismos somos infantes!»
Autor: Stephen F. Olford
«La madurez cristiana es capacidad espiritual para enfrentarse a las relaciones de la vida: hacia Dios, hacia el hombre y hacia uno mismo.»
Autor: Stephen F. Olford
«No hay duda de que debemos edificar a los salvos, pero también debemos evangelizar a los perdidos.»
Autor: Stephen F. Olford
«Un predicador que esté satisfecho con dar de comer a los creyentes ya demasiado alimentados mientras el mundo pagano se va al infierno, nunca ha entendido el llamado de Dios a predicar el evangelio a toda criatura».
Autor: Stephen F. Olford